Hoy tuve varias situaciones y conversaciones que me hicieron caer en cuenta que no por hablar el mismo idiomas cuando conversamos estamos hablando y entendiendo los mismo. Cada uno interpreta las cosas que se dicen desde sus intereses, miedos, preocupaciones, anhelos, predisposición, entre otros. Esto no es malo de por si, pienso yo, empieza a ser malo cuando afecta la relación.
Un ejemplo en mi vida es con mi esposa, ella piensa en eventos, salidas, restaurantes, ropa y cada una de esas cosas yo la interpreto como plata, así cuando ella me dice que vayamos a visitar a alguien, ella solo ve el lado de la visita, el plan familiar y lo importante que es para ella, yo veo el lado de lo económico, de cuánto nos vamos gastar, de que no es posible ir porque nos podemos ver apretados, a mi me puede parecer también una buena idea, pero la calculadora mental me dice que es mejor que no. Hasta este punto las dos interpretaciones del mismo asunto son validas, pero sino se pone en contexto a la otra persona, puede pasar que ese no ella lo interprete como que no quiero compartir un rato con ella, que no quiero estar en familia, que ella se esfuerza por hacer planes familiares pero que yo no pongo de mi parte y yo me quedo con el pensamiento de que ella no piensa en la económica de la casa, que no se interesa por el bienestar sino simplemente hace lo que se le viene a la cabeza, los dos quedamos indispuestos y llenos de supuestos.
Lo mismo pasa con los hijos y los padres, los jefes y colaboradores, los maestros y los alumnos y en la mayoría de relaciones. Ahí esta la importancia de no callar nuestras conversaciones privadas, nuestras preocupaciones, nuestras inquietudes, mostrarle al otro el porque de nuestras respuestas, acciones y decisiones podría ayudarnos a ahorrarnos muchos inconvenientes.
